"Hola amor, NO te olvido"

Reportaje de Ivan Benitez. Diario de Navarra, 18 de septiembre de 2011

Priscila
sobrevive con sus dos hijos y sin ningún ingreso en una habitación de pamplona. escondida. teme que su expareja, en la cárcel por amenazas de muerte, salga, les encuentre y cumpla su promesa. a zoila le agredieron sexualmente cuando tenía 15 años. hoy vuelve a nacer. Priscila y zoila ponen rostro a la violencia de género. un drama que ha repuntado en navarra un 3,6% respecto al año pasado

LA carta es de cuatro folios. Está escrita a mano. La caligrafía es redonda. Casi infantil. El tono pausado. Las frases son cortas.

El estilo directo. La epístola, con alguna que otra falta de ortografía, la escribe un hombre de 48 años -un maltratador desde su celda del Centro Penitenciario de Pamplona. El manuscrito, que lo redactó el seis de noviembre de 2010, y llegó a su destinataria, su exmujer, unos días después, dice así:

"Hola amor mío, cómo estas tú y los niños. Ya sé que posiblemente no leas esta carta y ni me contestes, pero quiero que sepas que estas líneas te las escribo desde el fondo de mi corazón que si tú quieres es tuyo ya que te sigo queriendo con locura.

Jamás pensé que harías lo que has hecho para meterme donde estoy.

Aquí estoy pasando los días y pensando en ti y en nuestros hijos, llorando todas las noche y pidiendo a Dios y a la vida una oportunidad para recuperar a mi familia..........", la carta mantiene este mismo tono durante cuatro folios, y se despide anunciando que será siempre suya: "Quiero que sepas que jamás renunciaré a ti, a tu cariño, y a nuestros hijos...No sé cuándo podré salir de aquí. El día que sea me gustaría poder verte a ti y a los niños.

Os necesito.... Te quiere tu marido J. I love you for ever".

Pues bien, el autor de esta carta, J.I, lleva en la cárcel algo más de un año por amenazas de muerte contra su expareja. Así consta en la sentencia: "Se declara probado que J.I, con antecedentes penales no computables a efecto de reincidencia, quien desde que cesó su relación sentimental con doña Priscila, en el mes de enero de 2010, ha venido llamando y enviando en numerosas ocasiones mensajes a ésta, hasta el 8 de mayo de 2010, con expresiones como 'eres una hija de puta', 'te voy a matar a ti y al que está contigo', 'por mis cojones que te voy a matar', etc. Asimismo, tras dirigirse la sra. Priscila, sobre las 11:00 horas, al domicilio que compartían, para recoger algunos efectos, se inicio una nueva discusión entre los dos, en el transcurso del cual, el acusado le llegó a decir 'te voy a matar', 'no voy a tranquilizarme hasta matarte'."

Falta de formación en Salud

"No te olvido y serás siempre mía son dos expresiones muy propias de los maltratadores", indica María José Rodríguez de Armenta, psicóloga forense del Instituto de Medicina Legal de Navarra.

"La carta no es un mensaje de amor, más bien esconde una nueva amenaza", aclara la psicóloga, "en ningún caso se le concede a Priscila la posibilidad de decidir. Su expareja no le pregunta si quiere volver con él. Sencillamente, le deja claro que no renunciará a ella. A este señor hay someterle a una evaluación antes de que salga de la cárcel, y a ella habría que ponerle algún tipo de protección". Con más de 20 años de experiencia en el ámbito de violencia de género, María José no se cansa de informar de que la situación en Navarra no es la apropiada para atajar la conducta de los maltratadores: "No se está trabajando correctamente. No se forma a los profesionales de Salud y Educación.

Protocolos hay muchos, pero son los que nos enseñan los directores y los políticos para decir que se trabaja. No se están dando los procedimientos adecuados para que los médicos puedan reconocer los indicadores de violencia. Salud debería formar a todos sus cuadros médicos. Lo mismo ocurre en Educación. Nadie informa en los colegios e Institutos". Y añade: "En esta Comunidad se trabaja contra la violencia de género de manera abstracta. El primer contacto con la víctima es fundamental. No existe una referencia. Cada uno trabajamos por un lado. Lo que nos convierte en un reino de taifas. Hasta hoy no ha existido voluntad política".

Cada 18 segundos una mujer es maltratada en el mundo. Este titular saltaba en 2005 a las portadas de los medios de comunicación.

Al menos una de cada cinco es víctima de malos tratos en su propio hogar. Han pasado seis años, y en 2011, sólo en lo que llevamos de año, han muerto asesinadas a nivel nacional el doble de mujeres que en 2010. En Navarra, la violencia de género ha repuntado un 3,6% con 736 denuncias en siete meses: tres por día. En septiembre se han detenido a cuatro hombres por maltrato.

James Prescott, en su artículo Cómo la cultura modela el cerebro y el futuro de la humanidad, escribía que el Homo sapiens es el primate más violento del planeta contra la hembra de su misma especie y contra sus propias crías. El catedrático de psiquiatría, Martín H.Teicher, explicaba que las semillas de la paz están en nuestras manos: "Una crianza adecuada en ausencia de estrés permite a nuestro cerebro desarrollarse y estabilizarse emocionalmente", señalaba. Según los informes de la OMS, "una de cada cuatro mujeres serán víctimas de la violencia sexual por parte de su pareja en el curso de la vida".

"Me siento desasistida"

Cuando Priscila habla de sus dos hijos se le ilumina el rostro.

Sus ojos son tan marrones que se mimetizan con el color de su piel. Se le salen de las cuencas de tanto marrón. Su cabello es rubio. Se lo recoge en una diminuta coleta que le concede más edad de la que en realidad posee. Al sonreír, sin embargo, recupera la juventud. "¡Mis hijos me dan las fuerzas que necesito!", exclama con aplomo al recordar las palabras que cada cierto tiempo le envían desde prisión. "He tenido que cambiar de teléfono móvil ocho veces. Una noche llegué a recibir 280 mensajes.

Solía decirme que hasta que no me vea bajo tierra, con la boca llena de hormigas, no se va a quedar tranquilo. También amenazaba con matar a nuestros hijos. No le tengo miedo, pero mis hijos son pequeños y me necesitan", aún y todo, le quedan fuerzas para sonreír, "todo el mundo me aconseja que me vaya ya, pero mis hijos son de aquí. Hasta el director del colegio de mi hija me ha aconsejado que deje Navarra". Se queda pensativa unos segundos, y prosigue: "Creo que al final me iré".

Desde que Priscila recibió esta carta de "amor" y dolor, hace casi un año, no consigue respirar un solo día tranquila. Algo le inquieta. Su expareja está encarcelado, y no debería temer sin embargo, inconscientemente, se hace la misma pregunta: "Qué sucederá cuando salga? Claro que me se siento amenazada. Vive obsesionado conmigo. Va a por mí. Sólo pido a Dios que cuando salga no me encuentre. Que me olvide". Priscila se refugia ahora en los brazos de Javier, su actual pareja, y sus dos hijos en una habitación de cinco metros cuadrados. Un auténtico piso patera que comparte con otras tres familias, cada una en su habitación.

"Nos llevamos muy bien todos. Repartimos lo que tenemos. Si uno cocina lo hace para todos, somos como una familia. En total, seremos unas doce personas en casa", ríe. A simple vista, los únicos muebles de la estancia los conforman un armario empotrado, dos colchones, y un televisor. "No somos materialistas. Con un plato de comida y un par de colchones nos apañamos, pero hay que vivir...". Priscila no recibe ningún tipo de ayuda desde diciembre del año pasado, que se le terminó la renta básica.

En la actualidad, varias asociaciones se han volcado con ella para que pueda percibir cuanto antes algún tipo de compensación económica por ser víctima de violencia de género. "¡Me siento desasistida!", manifiesta afligida. "He sufrido la violencia de cuatro hombres distintos. Uno de ellos estuvo apunto de apuñalarme".

Tampoco recibe la manutención para sus dos hijos. "Sobrevivimos gracias a Javier. Nos mantiene económicamente y nos protege.

No me da miedo dar la cara. Soy fuerte, y mis hijos me hacen más fuerte aún -subraya-. Quiero hacer un llamamiento a todas las mujeres que están amenazadas de muerte", profiere. "¡No os rindáis! ¡Haced público vuestro grito! ¡Nos os calléis! ¡Denunciad!".

"Me da miedo por mis hijos"

A las cinco de la tarde, la casa donde se esconde Priscila y sus dos hijos, huele a comida. La joven brasileña prepara un puchero. Javier le observa sentado con la hija pequeña sobre sus rodillas. El edificio es viejo, sin ascensor. "Algo es algo", manifiestan. "Aquí vivimos. Escondidos. Espero que no nos encuentre.

Pagamos 250 euros por la habitación", dice, mientras echa el último pedazo de pollo dentro del perol. "No me da miedo que sepa que estoy en Navarra. Quiero dar la cara. Espero que mi rostro y testimonio sirva para ayudar a otras mujeres y pierdan el miedo". Priscila lleva en el paro cuatro años. "Y eso que he hecho un sinfín de cursos en Brasil. Soy peluquera, profesora de baile, esteticién, cocinera...Mi padre me mantuvo ocupada haciendo cursos desde muy joven", dice. "Lo que realmente me llena es bailar. Lo hago muy bien". La pequeña se le pega a la pierna. "Es muy mimosa. Está enmadrada. Hoy no ha podido ir al colegio, está malita".


La primera vez que pisó España, lo hizo de la mano de su padre, en 2002. "Es policía de fronteras y tuvo que venir por un tema de trabajo. Aquí me enamoré de un joven asturiano y me quedé.

Pero murió pocos años después. Después estuve con un portugués y tres navarros". Comenzaba así su calvario. "He pasado por mucho.

Una de mis exparejas intentó apuñalarme. Me salvó la perra que teníamos, se le tiró encima. Sufrí un auténtico cuadro de lesiones.

Al final, me tuve que ir a mi país y esconderme un tiempo. Mi padre no sabe nada. Mejor así, es policía en Brasil".

"Ni en la cárcel se olvida de mí. Asegura que le pertenezco. Si no soy de él no soy de nadie"

Zoila sufrió la agresión sexual de tres hombres, ella tenía 15 años y juró vengarse

"Sólo deseo que cuando salga de la cárcel no nos encuentre a mí y a mis hijos"

Al regresar a España conoció al padre de sus dos hijos. "De novio era muy bueno, pero cambió de repente. Trabajaba mucho y dormía poco. Demasiado estrés. Cambió de trabajo, pero empezó a tomar mucha alcohol. Y se acabó todo. No me llegó a agredir físicamente, pero destrozaba la casa. Todos los días. Fue violencia psicológica y amenazas de muerte. Mis hijos tuvieron que ver a su padre todos los días destrozar la casa. Le tienen miedo. Interpuse varias denuncias. Al final, el juez decretó orden de alejamiento y la quebrantó. Lleva en la cárcel algo más de un año". Priscila muestra las denuncias, las sentencias y la carta enviada desde prisión. "En la cárcel ha dejado claro que si no soy de él no soy de nadie".

"Me robaron la vida con 15 años"

Zoila tiene 43 años y le encantan los peluches. Sentirlos. Abrazarlos.

Esta sensación -dice- le reconforta. Le catapulta a la cabecera de la cama de su niñez en La Habana, donde nació y creció junto a sus cinco hermanos. "Era tan feliz", dice riendo. Zoila siempre ríe, a pesar de que le truncaron la infancia con 15 años. A Zoila también le pierde la música, el café con mucho azúcar -al estilo cubano, y escribir y leer poesía. Disfruta entonando versos de Neruda y José Ángel Buelsa. Lo hace de carrerilla. Con sentimiento.

Comprendiendo cada palabra. La bibliografía de estos poetas forma parte de la mesita de sus recuerdos. "Nada llega tarde porque todas las cosas tienen su tiempo justo, como el trigo y las rosas", solemniza mientras prepara una cafetera de café puro cubano en la cocina de casa, porque Zoila reside en Pamplona. Llegó en abril en un vuelo chárter desde Cuba. Es madre de un joven refugiado político. Viven gracias a la Cruz Roja.

"Hemos vuelto a nacer", expresa con cierta melancolía, "este país es mi nueva madre". Una nueva vida que se le presenta cada día como un negativo fotográfico de ciencia ficción. La realidad se ha convertido en una pantalla de cine. Zoila nunca imaginó que una persona pudiera elegir para comer entre la pechuga o el muslo de un pollo. "Comí pechugón. Qué suerte tenéis al poder comer carne todos los días, en mi país es impensable. Zoila nunca pensó que bajo el quiosco de la Plaza del Castillo "cabría" un parking subterráneo. "Es como una ciudad. Sólo los había visto en películas" o que las imágenes pudiesen escaparse de la pantalla de un cine y acercarse hasta ella a escasos centímetros en una película en tres dimensiones. Ríe al describir las sensaciones acumuladas o la imagen de los Pirineos "posándose" frente a su mirada la mañana que la Cruz Roja les llevó de excursión.

Los colores, los sabores, los olores, las sensaciones se le acumulan de nuevo. "Es como si hubiese nacido de nuevo. Como si tuviese una nueva madre. ¿Es verdad que en Navarra nieva? ¿Cómo es la nieve? Me la imagino como el hielo". Zoila sirve el café en dos tazas blancas. "En tacitas de este tamaño nos racionaban la comida en la cárcel", dice, cerrando los ojos y saboreando el café recién hervido. Antes, echa siete cucharadas de azúcar. "¡Bebes un buen trago de este café y te conviertes en niña!", ríe a carcajadas.

"Es algo que nunca podrán apagarme. Ni la risa ni la autoestima", manifiesta.

El rostro de Zoila sólo se endurece si habla de lo que le sucedió a los 15 años "Me violaron. Mi madre acababa de morir, y mi hijo Erick ya había nacido, tenía tres meses. Hasta ese día era muy feliz, pero todo cambió. Un mes después, aprovechando la muerte de mi madre, vinieron a mi casa y me forzaron. Les conocía. Eran mis vecinos. Sabían que estaba sola con mi pequeño. Llamaron, entraron, me amordazaron y me golpearon. Me resistí. No pude.

Juré que me vengaría. Me sentía tan sucia".

Y así fue. A los 19 años, Zoila les encontró. "Me vengué. Apuñalé a uno de ellos. No lo maté. Después me entregué a la policía.

La jueza del tribunal me condenó a cinco años, pero estuve diez".

Zoila cuenta lo sucedido con entereza. "No es fácil. Soy una mujer joven con alma de vieja. Los diez años en prisión acabaron con la flor de mi juventud. He visto demasiado." Hace una pausa.

Se levanta de la silla y se dirige a su habitación. "Ahora vengo".

Regresa con una carpeta roja de la Cruz Roja. La abre. Muestra dos folios escritos a mano. Es una carta de un prisionero cubano.

En ella describe la muerte de un compañero de celda que murió hace unos meses tras una huelga de hambre de 80 días. "Gracias a Dios que estoy bien física y mentalmente. En la cárcel uno ve de todo".

El primer día que Zoila atravesó el umbral del correccional de la prisión Occidental de Mujeres, también conocida como Manto Negro, sentía que la encerraban en su propia tumba. "La oscuridad del interior es tal al traspasar las rejas. A partir de ese momento me di de bruces con la realidad del régimen de Castro.

Primero me condujeron al guardarropía, donde me dieron la ropa de presa, después me hicieron análisis de sangre. Las puntas de las agujas estaban torcidas, rotas, completamente negras de tanto usar. Aseguraban que las esterilizaban", se pone seria.

"Tampoco te dan sábanas. Me quise morir. En mi celda éramos 37 mujeres. Dormíamos en literas. Sólo comíamos dos veces al día. La alimentación es muy mala y escasa en las prisiones cubanas.

La mayoría nos desmayábamos de hambre. Por eso se formaban los motines. Por las mañanas nos servían una infusión y boniato y por la noche una tacita de arroz con frijoles. ¿Cómo pudimos sobrevivir? Robábamos la comida a los propios militares que nos vigilaban", ríe, "ahora me río, pero entonces... Por eso permanecí cinco años más en prisión, por robar comida. O robabas o morías.

He pasado mucho tiempo en celdas de castigo y tapiadas". Las celdas tapiadas a las que se refiere Zoila han proliferado en las prisiones cubanas. Carecen de luz y de agua potable. Al preso se le reduce a la máxima expresión del exterminio. "Te entapiaban por cualquier cosa. Muchas compañeras no lo soportaron".

El rostro de sus compañeras de celda

Zoila no quiere olvidar el rostro de sus excompañeras de celda.

Han pasado 13 años desde que dejó atrás los muros de Manto Negro y quiere honrarlas. "Muchas de ellas se suicidaron por el hambre, los malos tratos, nos pegaban con palos y mangueras, las violaciones...Recuerda sus nombres: Sandra Suárez tenía 27 años y se dio candela con acetona otra compañero se tragó un pincho porque la mantuvieron mucho tiempo entapiada Clarivel se lanzó al vacío y se quebró la pelvis sin todavía recuperarse -cuenta-, la enviaron a la celda de castigo... se colgó Siomara Galve se cortó las venas porque le tenían que conceder la condicional y no la dejaron libre Marta Ibáñez se suicidó porque la retuvieron dos años en una celda tapiada. El hambre es terrible. Resistes, claro que resistes, pero te puedes volver loca. Era tal la debilidad que una noche varias presas decidieron subir a los depósitos de agua y se cortaron las venas. Estuvimos tres días sin beber agua" -las historias se amontonan- "fue muy duro. No paras de fumar y pensar. Bebes para olvidar, te bebes cualquier cosa, cualquier producto con alcohol. Los desodorantes rusos los filtrábamos con un mosquitero y nos los bebíamos, al igual que los aromatizantes", Zoila hace un segundo receso. Permíteme apagar la televisión, la luz es muy cara. Vuelve cantando a Neruda: "Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada, y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.

El viento de la noche gira en el cielo y canta. Puedo escribir los versos más tristes esta noche". Retoma el hilo de su historia.

"Nos obligaban a ver los discursos del régimen a las cuatro y media de la madrugada. Si no te levantabas u los veías te quitaban los beneficios. Te denegaban la posibilidad de que recibieses visitas cada tres meses. Si te metían en una celda de castigo o te entapiaban también los perdías...". Zoila quedó libre con 33 años, un 16 de julio. Hoy, en Pamplona, rehace su vida gracias a la ayuda de la Cruz Roja. "Sueño con trabajar de jardinera y estudiar cualquier cosa. Me gustan las flores, las rojas y las blancas. Me encanta el blanco....", ríe.