Recomendaciones para el Poder Judicial


A nosotros nos gustaría que los jueces en España asumieran las declaraciones de la Juez asociada en El Tribunal Supremo de Puerto Rico cuando dijo "que los jueces somos la última autoridad en el sistema judicial y si no logramos manejar los casos de violencia con el enfoque e interés judicial apropiados, correremos el peligro de hacer que estos crímenes sean considerados como algo trivial e insignificante. Por tales motivos los jueces no podemos ignorar la seriedad de estos crímenes, en particular los cometidos contra las mujeres. Restarles importancia limitaría la efectividad de la intervención judicial en este tipo de casos y agravaría el ya ingente problema social". (José Augusto de Vega Ruiz: "Las Agresiones Familiares en la Violencia Doméstica", 1999.)
Inspirados en la cita del Ex Presidente de la Sala 2ª del Tribunal Supremo y Magistrado del Tribunal Supremo, José Augusto de Vega Ruiz, hemos considerado que es importante incluir la información psicológica que se ha publicado pensando en los Fiscales, Jueces y demás especialistas que deben intervenir judicialmente en casos complejos donde, en muchas ocasiones y simplificando la realidad, la prueba o el fundamento de todo el proceso judicial queda enmarcado en "la palabra del agresor versus la palabra de la víctima".
David Adams (1988) divulgó para los funcionarios del Poder Judicial un perfil descriptivo del agresor familiar, coincidente con el de la mayoría de los abusadores y/o agresores sexuales, para que conozcan las características de personalidad, las conductas observables y las estrategias típicas de estos agresores en todo el proceso de violencia y/o de agresiones.
Un mayor conocimiento de los aspectos psicológicos de este complejo problema por parte de los miembros del Poder Judicial, les hará menos vulnerables a las frecuentes manipulaciones de este tipo de delincuentes
Los aspectos a destacar del perfil distingue las siguientes características
1.- Existen grandes discrepancias entre el comportamiento que muestran en público y el comportamiento que mantienen en privado.
Los hombres agresores suelen comportarse exquisitamente en público y por tanto, crean en los círculos sociales donde se desenvuelven una imagen de personas amistosas, preocupadas por los demás y que son grandes amantes de su familia. Esta imagen hace que los vecinos y amigos crean que la víctima y/o el menor denunciante, exagera cuando informa sobre los maltratos domésticos y/o el abuso sexual.
La policía puede verse engañada por el comportamiento calmado y seductor del agresor, especialmente si se compara con la conducta de la persona agredida, que puede parecer alterada o histérica y casi siempre, poco coherente en sus manifestaciones, por lo que se puede pensar erróneamente que la víctima es más agresiva y descontrolada y/u oculta o busca algo inventando la situación que está denunciando.
Esta falsa imagen puede repetirse en los Tribunales de Justicia, donde el agresor, bien vestido y acompañado por su abogado, parece tener mayor credibilidad que la víctima maltratada. Pero aunque el ejemplo anterior parezca una caricatura, la situación es mas extrema cuando hablamos de menores abusados que alcanzan la mayoría de edad con graves trastornos psíquicos y de conducta, y que deben comparecer y enfrentarse a la imagen del abusador en los Tribunales de Justicia.
Esta situación de presión que ejerce la imagen social, es aún más exagerada cuando los agresores son personajes conocidos o profesionales como médicos, arquitectos, psicólogos, abogados, ministros y ejecutivos, muy respetados en su trabajo y en la comunidad.
2.- Quitan importancia a las agresiones denunciadas o las niegan.
Pocos o ningún agresor familiar y pocos o ningún abusador sexual, se describen a sí mismos como hombres que agreden a miembros de su familia o que abusan de los menores. Este es un dato que nos indica la clara consciencia que tienen de estar haciendo daño deliberadamente a sus víctimas y que son hechos que deben ocultar porque los reconocen como delictivos.
Estos hombres racionalizan su violencia, generalmente minimizando sus conductas violentas o sus abusos, dando explicaciones deformadas y alejadas de la realidad y comparándolas con conductas aceptadas en su círculo social. Además creen que golpear, insultar o abusar de la mujer o del menor, son actos realizados en defensa propia y como consecuencia de las actitudes o conductas provocadoras de la víctima.
Al igual que algunos hombres racionalizan su violencia, otros simplemente mienten sobre sus acciones a los vecinos, familiares, policías y en los Tribunales.
3.- Culpa a los demás
Culpar a las personas cercanas o de su entorno social, es el patrón de manipulación más común del hombre agresor y del abusador.
Es muy frecuente que en la toma de declaraciones y en las entrevistas terapéuticas, se escuchen afirmaciones del tipo "la culpa fue de ella que me obligó a hacerlo", "ella me provocó", "ella sí que sabe sacarme de las casillas", "estaba deseando que le violara", o "no le importó que le violara".
En el supuesto de que por iniciativa propia o por "sugerencia judicial", el agresor familiar inicie un programa terapéutico, en las primeras sesiones, el agresor no acepta la crítica de sus conductas violentas y proyecta en los demás la responsabilidad de su propia agresividad. De esta forma, al presentarse el agresor como la víctima, intenta desviar la atención hacia el comportamiento de su víctima para que sea juzgada por las agresiones que sufrió.
Esta misma estrategia es la que emplean ciertos abogados defensores: que se juzgue a la víctima.
4.- Conductas para controlar
Además del maltrato físico, la conducta general que emplea el abusador, se acepta como un método de control muy potente, que queda reforzado al emplearse la coerción y la intimidación sobre la víctima. Este método coercitivo de control incluye el abuso verbal, las amenazas, la manipulación psicológica, la coerción sexual y el control de los recursos económicos y sociales, entre otros.
Los controles intimidatorios, al ser frecuentes y variados, afectan a la estructura de la personalidad de la víctima, dañando la autoestima, la autoconfianza, y la percepción de sus capacidades y de sus habilidades. Por otra parte, el agresor consigue que la víctima se aisle socialmente y que disminuya su autonomía en general. A su vez, se aumentan las acusaciones de infidelidad o de descuidar sus obligaciones y a la familia, presiones que sirven para que las víctimas limiten sus contactos con los amigos, los compañeros de trabajo y los familiares por temor a nuevas y más violentas agresiones.
Este sistema de control sobre las víctimas explica un motivo importante por el que se retiran la mayoría de las denuncias presentadas por malostratos y en menor porcentaje, las denuncias por agresiones y/o por abusos sexuales.
Por tanto, se está considerando de gran interés, que todos los técnicos que intervenimos en alguna fase del proceso de asistencia a las víctimas del delito, conozcamos estos mecanismos de huida que sufren las víctimas, para que desde el primer momento, que es la presentación de la denuncia y hasta que se dicte la sentencia firme, la víctima pueda integrarse en un Programa Terapéutico, reciba asistencia psicológica y se le faciliten todas las medidas necesarias que le ayuden a recuperar su salud mental y a mejorar su calidad de vida.
Si comprendemos qué le está sucediendo a la víctima, podremos derivarle a las Oficinas de Asistencia a las Víctimas del Delito y sugerir medidas para que las denuncias se mantengan, se ratifiquen y en el momento de personarse en el juicio, la víctima declare con coherencia, sin sentirse obligada a defender al agresor, y sobre todo, sabiendo que la víctima está trabajando por mejorar su calidad de vida.
5.- Celos y actitudes posesivas.
Es interesante conocer que muchos agresores vigilan obsesivamente a sus víctimas, las persiguen, las acosan, interrogan a los hijos respecto a las actividades y relaciones de la madre, escuchan sus llamadas telefónicas o les llaman frecuentemente para controlarles. Finalizada la relación, habitualmente aumenta el acoso en intensidad y en gravedad.
Los agresores que son extremadamente posesivos también son incapaces de aceptar que la relación ha terminado y, a partir de ese momento, que suele coincidir con la presentación de una denuncia, someten a las mujeres a un hostigamiento continuo.
De acuerdo con investigaciones al respecto, se observa que la presencia de este tipo de celos patológicos debe entenderse como un indicador significativo de su potencial homicida y aceptar que la mujer está en una considerable situación de riesgo.
Por tanto, es comprensible que sea unánime la demanda de medidas judiciales urgentes que faciliten el amparo, defensa y seguimiento de las víctimas de la violencia familiar o doméstica, dado que son personas que se encuentran en una grave situación de peligro.
6.- Manipulación de los hijos
Cuando los jueces deciden acerca de la custodia de los hijos y los derechos de visita del padre, deberían considerar todo el historial y el bagaje de actos violentos que tiene cada caso y ser cautelosos con los patrones manipuladores de los agresores, que según varios autores, utilizan esas visitas para tener acceso a sus víctimas, comprometiendo su seguridad.
Algunos agresores usan a los hijos como emisarios para que espíen las actividades de la madre, para convencerla para que se reconcilien con ellos. Manipulan a los hijos para dar lástima y mostrarse como víctimas frente a la sociedad, frente a sus propios hijos y especialmente, frente a la víctima con el objetivo de que retire la denuncia y reinicie la relación.
Insistimos en la importancia de que se reconozca que entre los agresores, es frecuente que manipulen a los hijos y que les usen como arma arrojadiza para conseguir sus objetivos y a su vez, para perjudicar a la víctima.
También suelen crear conflictos continuos sobre los acuerdos de custodia o de la pensión alimentaria de los hijos, como una táctica para obligar a sus parejas a que accedan a la reconciliación o para que retiren las denuncias en su contra.
7.- Abuso de sustancias.
Si bien muchos agresores familiares, abusadores y agresores sexuales, son consumidores de alcohol o de drogas, los expertos en violencia doméstica y en personalidades violentas coinciden en que, el consumo de alcohol o drogas no es la causa de que se produzca la agresión aunque afecta claramente en el hecho de que la agresión sea significativamente más violenta.
No hablamos de que son hombres violentos como consecuencia de ser alcohólicos o toxicómanos, sino que son hombres violentos que consumen alcohol y/o drogas.
8.- Resistencia al cambio.
La mayor parte de los agresores carecen de motivación interna para buscar asistencia terapéutica o para cambiar su comportamiento violento y abusador.
Muchos agresores intentan cambiar sus conductas sólo cuando comprenden que las relaciones con sus víctimas no pueden continuar, a menos que asistan a un programa terapéutico o bien, que la sentencia ofrece la privación de libertad o el incorporarse en un Programa Terapéutico.
Para la mayoría de estos hombres, el problema no es que ellos sean violentos sino que sus víctimas les han dejado, les han denunciado y no pueden seguir abusando y/ agrediendo con impunidad.
En resumen:
De acuerdo con el análisis de Adams, el conocer los patrones de conducta del agresor y del abusador, ayuda a los profesionales que participamos en las distintas fases de intervención con víctimas, a resistirnos a la manipulación de los agresores, pero y muy especialmente, nos ayuda a conocer el estado emocional de las víctimas y este el único medio de atender y resolver el conflicto adecuadamente.
En función de lo expuesto, es necesario destacar que la búsqueda de explicaciones sobre el origen de la conducta violenta no implica su justificación. El hombre violento y el abusador es responsable de su propia conducta y de la forma que emplea para expresarla. Pero es importante tener en cuenta que, de acuerdo con la manera en que se definan los maltratos hacia la mujer, las agresiones sexuales y los abusos a los menores, variarán las estrategias de cambio que se empleen para combatirlo

Refundamos e incorporemos poco a poco el conocimiento de los demás profesionales: jueces, fiscales, psicólogos, abogados, policías…