El cambio masculino. Interesante análisis

Más allá de actos, lazos y recuento de víctimas, en la lucha contra la violencia de género aún queda pendiente una revolución desde el interior. Aquélla a la que debemos ir juntos mujeres y hombres en armonía e igualdad. Una batalla desde la profunda defensa de las víctimas y de sus familias para que el desgarro de la pérdida de vidas no vaya acompasado por la incomprensión y la frustración. Esa revolución debe venir también del lado masculino.

Hombres y mujeres debemos compartir una idea: la violencia de género está instalada en la desigualdad. La sociedad aún no puede ganar la partida porque, pese a que el Estado, la sociedad y la ley se han volcado en las víctimas, aún hay muchos hombres que ponen en entredicho la violencia de género y hacen contrapeso con falacias de falsas denuncias o indeterminados privilegios a la hora de ser atendidas las víctimas en nuestros juzgados.

A esos incrédulos sólo les diría una cosa: que tengan la valentía un día, una hora de su vida de atravesar las puertas de un Juzgado de Violencia a la Mujer y oigan y sientan las historias que oímos, trabajamos, acusamos y sentenciamos a diario. Que paren esa hora y, sin prejuicios, sepan descifrar y entender el lenguaje de la violencia de género que todos los días transcribimos con declaraciones de víctimas, testigos, policías, psicólogos, forenses, abogados, jueces y fiscales. Tras ello, que tengan la frialdad de seguir desmontando estas historias con argumentos sin fundamento.

A esos hombres les decimos que el cambio desde fuera esta hecho, consumado, comprendido, legislado, denunciado, ejecutado. La sociedad ya lo ha asimilado. Pero el cambio interior aun está pendiente. Ésa es la revolución que nos queda. Aún tenemos que luchar contra la intolerancia, contra los "micro-machismos", como tan acertadamente los define el profesor Luis Bonino. Son aquellos que perduran en esas conductas invisibles de violencia de género, que son aceptadas socialmente y que también son su germen.

La violencia de género no puede ser tolerada o aceptada socialmente. Todo lo visible de esa atroz conducta es intolerado. Pero persisten los actos de dominación masculina invisibles que Bonino califica como "mecanismos de control" o de "violencia blanda" cuyo único fin es el oprimir e instaurar una posición de asimetría en la pareja. Seguro que muchos lectores reconocen estas conductas: no distribuir las tareas domesticas, relegar a la mujer al rol exclusivo de cuidadora, abusar del tiempo de ocio en detrimento del familiar o de pareja, desautorizaciones y ridiculizaciones públicas, actos de paternalismo, de manipulación emocional, o de hipercontrol... Ése es el germen de la desigualdad que debemos de desterrar para siempre de los códigos de conducta sociales porque eso no está tampoco visible en el Código Penal.

Sois vosotros, los hombres, los que debéis de decir "basta ya". Hacer la revolución que aún debéis a la sociedad. A las mujeres no les hace falta para su desarrollo moral el paternalismo utilitario desplegado en esas tretas de dominación oculta. A las mujeres, como recoge el Tribunal Supremo en su sentencia de 31 de enero de 2007, les ampara su integridad moral frente al sentimiento de ser tratada como persona y no como "cosa". Las mujeres no deben de sentirse nunca más envilecidas, humilladas o vejadas con actos invisibles de sus parejas y mucho menos deben de sentirse instrumentalizadas con esos actos que no son sino demostraciones de dominación masculina.

Esa revolución pendiente sólo puede venir de hombres valientes que demuestren con actos que la igualdad les ha calado. Que la propiedad no se puede escudar en actos violentos o intimidatorios. El amor es todo lo contrario: la libertad.

Pero, como esperanza, ya abanderan la lucha por la igualdad muchos hombres valientes: policías de todos los cuerpos que a diario detienen a maltratadores y protegen a las víctimas las 24 horas, médicos, abogados, trabajadores sociales, forenses, psicólogos, jueces, fiscales. Hombres que hacen que la lucha contra la violencia de género no sea en femenino singular, sino que sea en plural y en género neutro. Pues resulta que es un problema no sólo de las mujeres. Animo a esos hombres que están protagonizando ese histórico "cambio masculino". A todas las asociaciones de hombres que abanderan ya grupos de lucha por la igualdad y tantos movimientos que hacen el guiño al pensamiento de que antes que cambiar el mundo debemos de cambiarnos a nosotros mismos. Porque se niegan a seguir siendo cómplices y comparten lo que escribió Rosa Montero: "Una sociedad machista es una calamidad tanto para nosotras como para ellos".
Enhorabuena.

Flor de Torres es coordinadora de la Red de Fiscales Andaluces de Violencia a la Mujer.

http://www.elpais.com/articulo/andalucia/cambio/masculino/elpepiespand/20091208elpand_11/Tes